La Nana

La Nana

lunes, 8 de julio de 2013

Stromboli, tierra de Dios

Sinopsis:

Bergman es Karin, una exiliada Lituana en Italia, que escapa de un campo de internamiento casándose con un prisionero de guerra (Mario Vitale), al cual conoció al otro lado de la valla en el campo de internamiento. Pronto descubre que Stromboli, la isla de donde procede él, es muy yerma y dura, y que la gente allí es muy tradicional y conservadora. Dichos habitantes actúan con hostilidad hacia esta mujer extraña y extranjera.
Karin habla un poco de italiano, pero aun tiene dificultades. Pasado un tiempo, Karin comienza a sentirse abatida e intenta escapar de Stromboli.


'Stromboli, tierra de Dios': el volcán, la chica, el Cine
Javier G. Trigales



Estimado señor: vi sus películas Ciudad abierta y Paisà, que me gustaron muchísimo. Si necesita a una actriz sueca que habla muy bien inglés, que no ha olvidado su alemán, que no es muy comprensible en francés y que en italiano sólo sabe decir “ti amo”, estoy lista para ir a hacer una película con usted.
-Ingrid Bergman (carta a Roberto Rossellini).
Revisando mi colección de DVD’s, reparé en esta ‘Stromboli, tierra de dios’ (‘Stromboli, terra di Dio’, 1950) de Roberto Rossellini. Famosísima en su época sobre todo por el romance extramatrimonial que vivieron durante el rodaje Rossellini, su director, e Ingrid Bergman, su protagonista. Esto provocó que tuviera una acogida crítica nefasta (que no de público) y aún hoy lleva el estigma de ser un mero vehículo de lucimiento para Ingrid Bergman como regalo de un enamorado Rossellini.
Me lancé a ella de inmediato, porque acababa de devorar la fantástica ‘Te querré siempre’ (‘Viaggio in Italia’, 1954) y también por un motivo sentimental: es la película favorita de mi padre. Al terminar de verla, me quedaron claras tres cosas: que ya no hay actrices como la Bergman, que Rossellini hace obras maestras como churros y que mi padre tiene un gusto espectacular.
Roberto Rossellini acababa de dirigir la obra fundacional del neorrealismo, ‘Roma, ciudad abierta’ (‘Roma, città aperta’, 1945), un fantástico alegato antinazi y una carta de amor a los italianos que dieron su vida por la resistencia. El film, aparte de ser inmediatamente prohibido en nuestro país, se llevó la Palma de Oro del festival de Cannes, y acuñó un nuevo género cinematográfico: el neorrealismo italiano, caracterizado por las tramas realistas, actores no profesionales interpretando roles de las capas bajas de la sociedad (a veces, simplemente se interpretaban a sí mismos) y sonido directo.


Ingrid Bergman, actriz sueca y la estrella más grande de Hollywood por aquel entonces. La protagonista de Casablanca (id, Michael Curtiz, 1942) o Encadenados (Notorious, Alfred Hitchcock, 1946). Ganadora de un Óscar. Cuatro veces nominada. Deja la fábrica de sueños y se larga a una ignota isla italiana a rodar en un idioma que no conoce y en unas condiciones extremas. Dos mundos en colisión. El resultado es una Obra Maestra absoluta.
La película narra la historia de Karin, una inmigrante lituana sin papeles y recluída en un campo de prisioneros italiano tras la segunda guerra mundial. Ésta conoce a un humilde pescador y decide casarse con él y escapar así del campo. Él le llevará a una isla presidida por un enorme volcán en permanente peligro de erupción: Stromboli (el Etna, en realidad). El choque de Karin con este mundo es brutal. La isla es de una pobreza extrema. La lava del volcán no permite que crezca nada y las casas son poco más que cuevas. Por otro lado, los lugareños reciben de una manera hostil a nuestra heroína. Es una intrusa en un mundo cerrado, profundamente religioso y anclado eternamente en el tiempo. Una extraña en un espacio mineral, lunar, en el que el propio ser humano es un intruso. Karin ha salido de una prisión para encontrarse en otra, todo ello bajo la omnipresente amenaza del volcán. Es tremenda la escena de la Bergman vagando sin rumbo por las calles desiertas de la localidad mientras oímos el lllanto de un bebé. Nadie sale a su encuentro. Todas las puertas están cerradas y el mar hace la huída imposible. Karin grita de rabia.

El marido asiste aturdido al comportamiento de su esposa e intenta que se adapte a la austera vida de Stromboli. En algún momento parece que lo va a conseguir, pero es imposible. Sus mundos son demasiado diferentes. Karin acaba tachada de adúltera por su amistad con el farero de la isla y su marido decide encerrarla en casa. Una prisión dentro de otra prisión. Entonces todo tiembla. En la película y en la realidad (la erupción era real). El volcán entra en erupción, como una maldición que se repite una y otra vez. Los habitantes de la isla, resignados, se refugian en el mar con sus barcas y rezan a ese dios salvaje para que les perdone la vida. Karin no. Y la película entra en territorio mítico.
Mientras el volcan sigue en erupción, el personaje de Ingrid Bergman consigue huir de su casa-prisión y decide atravesar la ladera del volcán y así pasar al otro lado, donde una hipotética barca le llevaría lejos de allí. La mujer contra el volcán, contra la naturaleza y contra dios. En el trancurso de su asombroso viaje hacia un infierno de cenizas y lava, Karin dialoga consigo misma y con el volcan. Es un diálogo fiero, asombroso, pero la naturaleza es aún más fiera, y Karin acaba implorando a Dios (al volcán) por su destino. La fuerza telúrica de esta escena es pasmosa, al igual que su resolución (que no destriparé), de una modernidad absoluta. Al final, a uno no le queda más remedio que levantarse y aplaudir ante esta auténtica leccion de cine.



Título original: Stromboli, terra di Dio
Año: 1950
Duración: 107 min.
País: Italia
Director: Roberto Rossellini
Guión: Sergio Amidei, Gian Paolo Callegari, Roberto Rossellini
Música: Renzo Rossellini
Fotografía: Otello Martelli (B&W)
Reparto: Ingrid Bergman, Mario Vitale, Renzo Cesana, Mario Sponzo, Roberto Onorati, Gaetano Famularo
Productora: Coproducción Italia-Estados Unidos; Berit Films / Bero Productions / RKO Radio Pictures
Género: Drama | Neorrealismo. Vida rural. Pesca.

domingo, 23 de junio de 2013

La Nana

Sinopsis:

Raquel, una mujer agria e introvertida, lleva 23 años trabajando de niñera para los Valdés, una familia de clase alta de Santiago. Un día, Pilar, su patrona, contrata a otra niñera para ayudarla. Raquel, sintiendo peligrar su lugar en la familia, espanta a la recién llegada con crueles e infantiles maltratos psicológicos. Esta situación se repite una y otra vez hasta que llega Lucy, una risueña mujer de provincias, que logra atravesar la coraza de Raquel y cambiar su forma de ver la vida. (FILMAFFINITY)

Crítica Link Original: http://www.escribiendocine.com/critica/0001728-la-mucama-chilena/

La nana (2009) es una película chilena que retrata de manera intimista una realidad que viven personas de los dos extremos de Chile: los ricos y los pobres. Los ricos tienen “nanas” y los pobres trabajan como “nana”. La “Nana” es para los chilenos la empleada doméstica, una mujer que trabaja haciendo aseo, cuidando niños, cocinando y planchando en las casas más acomodadas de la clase alta.
La película es sobre una nana (Catalina Saavedra) que dedica su vida a la familia para la cual trabaja y todo lo que es capaz de hacer por defender algo que ella cree que es suyo. Cuando traen a otras nanas a ayudarla con las labores de la casa, ella se siente amenazada e invadida y hace todo lo posible para no perder ese lugar que siente que se ha ganado en el corazón de esa familia. El personaje de la nana es un personaje muy bien armado, con todas sus complejidades, miedos, conflictos, amores, deseos e intereses, con todo lo bueno y lo malo que tiene una persona real, por lo que se hace un personaje muy querible, ya que a pesar de hacerle la vida imposible a sus nuevas “rivales” finalmente uno la compadece, y entiende sus temores.

Para muchos, es algo muy icónico de la cultura chilena, pero La nana ha dado la vuelta al mundo y después de más de 3 años desde su estreno, sigue dando vueltas por cines de Europa, de Estados Unidos y de Sudamérica, como sucede ahora con el estreno en Argentina.  Además, es la primera película chilena que fue estrenada en Netflix, sitio online de streaming de películas norteamericano. Un gran logro para el cine chileno por lo que significó, además de haber obtenido muchos premios alrededor del mundo en los varios festivales en los que participó.
Dirigida por Sebastián Silva, el film cuenta una historia muy personal que lo llevó a contar con su hermano como uno de los actores, con amigos en la producción y en roles principales y a filmar en la casa donde se crió. Es una película íntima de una historia familiar, pero también muy chilena sobre un tema como es el trabajo de una empleada doméstica (hay otros países que también tienen a una persona que trabaja en la casa pero sólo en Chile se le dice “Nana”).
La nana recrea una realidad de manera íntima, silenciosa y dentro de su sencillez logra algo muy valioso: traspasar las emociones. No se queda en el macro, sino que los personajes y el guión están tan bien construidos que la película tiene alcance social y cultural.
En estas películas tan intimistas, las actuaciones son importantísimas, ya que todo está puesto en los personajes. Haberle dado el protagónico a Catalina Saavedra no es sorpresivo, si nos referimos a la cultura popular en Chile, donde ella ha sido Nana en más de una oportunidad en televisión. Pero no sólo por eso, sino que porque es una de las actrices más talentosas de Chile. Incluso el “Village Voice” le dio el premio a la mejor actriz del 2009, ganándole a una maestra como Meryl Streep. Además de la actuación de Saavedra, en el elenco también participan la gran actriz Claudia Celedón, Alejandro Goic y Andrea García-Huidobro, entre otros.
La nana muestra lo mejor que ha dado el cine chileno en el último tiempo, gracias al talento de Silva y de los actores, además de relatar una historia tan sencilla pero con muchos matices, detalles, y la suficiente fuerza y talento para resaltar dentro del cine contemporáneo latinoamericano.

Título original: La nana (The Maid)
Año: 2009
Duración: 95 min.
País:  Chile
Director: Sebastián Silva
Guión: Sebastián Silva, Pedro Peirano
Música: Pedro Soubercaseaux
Fotografía: Sergio Armstrong
Reparto: Catalina Saavedra, Claudia Celedón, Mariana Loyola, Andrea García-Huidobro, Alejandro Goic, Agustín Silva
Productora: Coproducción Chile-México; Forastero / Tiburón Filmes / Punto Guión Punto Producciones
Género: Drama. Comedia | Comedia dramática
Premios
2009: Nominada al Globo de Oro: Mejor película de habla no inglesa
2009: Festival de Sundance: Ganador Premio del Jurado World Cinema
2009: Colón de Oro del Festival Iberoamericano de Huelva a la mejor película
2009: Premios Ariel: Nominada a Mejor película iberoamericana

domingo, 16 de junio de 2013

Whisky

Sinopsis:

Montevideo, Uruguay. Jacobo Köller, el dueño de una modesta fábrica de calcetines, arrastra una vida gris y de una monotonía asfixiante. Su relación con Marta, su empleada de confianza, es estrictamente laboral y está marcada por el silencio y la rutina. Esta monotonía se ve súbitamente amenazada por el anuncio de la inesperada visita de Herman, el hermano de Jacobo, que vive en el extranjero, y con el que ha perdido contacto desde hace años. Es entonces cuando Jacobo le pide ayuda a Marta para afrontar una situación tan incómoda. Tres personalidades aparentemente inofensivas: tres clases de soledad. (FILMAFFINITY)

Por: Pablo Izmirlian


Whisky toma su nombre de ese latiguillo que se dice alegremente frente a un grupo que será fotografiado: “¡Digan whisky!”. Cuando se dispara el flash, queda registrada la sonrisa forzada; más una mueca que una demostración de alegría. Ese artificio social inventado para que todos salgamos lindos en la foto tiene mucho que ver con lo que sucede en esta película, construida a partir de pequeños gestos y disimulos.

Los que sonríen falsamente en el retrato son Jacobo (Andrés Pazos) y Marta (Mirella Pascual). Jacobo es el dueño de una pequeña fábrica de medias. Su vida gris y rutinaria transcurre entre su casa y la fábrica, donde apenas cruza algunas palabras con Marta, su empleada de confianza. La visita de su hermano Herman (Jorge Bolani), radicado en Brasil hace muchos años, con motivo de la colocación de la lápida en la tumba de la madre altera la monotonía de esos días siempre iguales.

La ficción que inventa Jacobo en complicidad con Marta para impresionar a Herman se le va de las manos, como suele pasar siempre que alguien “se hace pasar por”. La tensión sólo se descomprime con el humor, que impregna casi sin querer muchas escenas de la película. Surge al exponer y desnudar lo absurdo de las convenciones sociales que pautan la vida cotidiana, y cómo esas convenciones se utilizan aquí a modo de parches para tapar (mal) una mentira. La repetición, la exacerbación de esos ritos (desde la espera del botones por la propina hasta la conversación en un viaje carretero) funcionan como válvula de escape para esta olla de presión a punto de estallar.

Lo notable es la forma cinematográfica que los directores uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll (ambos también lo fueron de 25 Watts) eligieron para contar esta historia. La emoción, las atmósferas y los estados de ánimo se construyen con las imágenes, a puro cine. Ya desde el comienzo, con una recorrida por la ciudad y la música ciudadana y triste de la Pequeña Orquesta Reincidentes, con ese loop de imágenes que es el arranque en la fábrica de medias, o esa larga caminata de Marta por el pasillo vacío de un hotel.

Entre estos tres personajes solitarios se coló, como un cuarto protagonista, un entorno en decadencia. Queda patente en el bar de la esquina donde Jacobo desayuna todos los días, en la fábrica de máquinas vetustas, en cierta cortina de enrollar rota, en el apartamento que guarda los resabios de la agonía de la madre de Jacobo y, sobre todo, en el hotel y el balneario de calles vacías y negocios cerrados. Ese trasfondo y la cadencia narrativa son algunos puntos de contacto de Whisky con otra excelente película uruguaya, La espera (dirigida por Aldo Garay), aunque Whisky no llega a ser tan oscura. Irradia un poco más de luz; una luz amarillenta, pero luz al fin.

Si en 25 Watts quedaban muy claras las influencias de Jim Jarmusch o Raúl Perrone, con esta segunda película los directores lograron un estilo mucho más personal. El resultado está ligado indeleblemente a la dirección de arte de Gonzalo Delgado (también coguionista del film) y a tres piezas claves en este sutil mecanismo que son los intérpretes.

Con Whisky, la dupla Rebella-Stoll confirma lo que ya había demostrado en su primera película: sensibilidad, agudeza, ternura, sentido del humor y mucho talento cinematográfico. En esencia, es una película sobre la soledad, y el bagaje de ritos y convenciones a los que recurrimos (con o sin éxito) para combatirla. Pequeña y de una tristeza profunda y contenida, si Whisky provoca una sonrisa será en realidad una mueca, como la que se ensaya cuando uno va salir en la foto.

Título original: Whisky
Año: 2004
Duración: 105 min.
País: Uruguay
Director: Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll
Guión: Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll, Gonzalo Delgado
Música: Pequeña Orquesta Reincidentes
Fotografía: Bárbara Álvarez
Reparto: Andrés Pazos, Mirella Pascual, Jorge Bolani, Ana Katz, Daniel Hendler, Adrián Biniez, Leonor Svarcas
Productora: Coproducción Uruguay-Alemania-España
Género: Comedia
Premios:
2002: Sundance: Premio al mejor guión latinoamericano
2004: Festival de Cannes: FIPRESCI (sección "Un Certain Regard")
2004: Premios Ariel: Mejor película iberoamericana


domingo, 9 de junio de 2013

Sonata de Otoño

Sinopsis:

Charlotte es una famosa concertista de piano que ha estado tan volcada en su carrera que no ha visto a su hija Eva en siete años. Eva, que vive con su marido, un pastor protestante, y con una hermana gravemente incapacitada, mantiene con su madre una relación de amor-odio. Después de tantos años, Charlotte decide ir a visitarlos, pero el encuentro pronto se convertirá en un tenso duelo entre madre e hija. (FILMAFFINITY)


Todo el mundo quería ver trabajando juntos a los dos Bergman más conocidos de Suecia. Desde hacía diez años a los dos les rondaba la idea de hacerlo. En 1977 el director Roberto Rosellini muere después de una larga agonía. Ella, Ingrid Bergman, lo había dejado todo por él. Todo significaba un esposo, una hija, y su gloria en Hollywood. Rosellini no aceptaba que trabajase con otro director, sin embargo ella ya estaba enferma y él -un poco para que se olvidase de la enfermedad- le dijo: “Me encantaría que trabajaras con él, es el único que podría sacar lo mejor de ti”.

Ingmar Bergman fue al aeropuerto de Estocolmo a recogerla. En el camino ella le contó lo feliz que se sentía su esposo Roberto de que ella trabajara con Bergman. Éste detiene súbitamente el carro y se larga a llorar. Rosellini fue, para una generación de cineastas, Dios. En La linterna mágica dice que fue el mejor halago que le hicieron jamás.

Filmaron en Noruega renunciando a filmar en su entrañable e inexpugnable reducto de Faro. Se sintió a gusto en los primitivos estudios de las afueras de Oslo eso lo convenció de salir de su territorio, Bergman él que ya tenía un aura que le permitía hacer lo que quisiera. Ingrid también y ese fue el problema. Si bien había trabajado con Renoir y Rosellini, ella definitivamente estaba habituada a la forma de trabajar de los grandes estudios donde las películas las hacían las estrellas. Ingmar tenía un grupo establecido, una familia compuesta de rituales. Al final de cada rodaje se acostumbraba a tomar una copa y a ver una película escogida por el propio Bergman y la veían en la sala de cine que había acondicionado en su casa, cuenta Liv Ullman que a todos les sorprendió que a los cinco minutos Ingrid se levantara y murmurara: “No puedo perder el tiempo viendo esta porquería” se levantó y se fue. Por supuesto esto no le granjeó el cariño de Ingmar.

Y sin embargo admiraba la valentía que tuvo de ir hasta allá a pesar de su terrible enfermedad. Ingrid, como Juana de Arco (su gran ídolo y a quien interpretara en una célebre obra de teatro en los cincuenta), se crecía ante el dolor y la adversidad. Los elementos que tiene su personaje Charlotte, una afamada pianista, fueron añadidos por la propia Ingrid, sacados de su propia vida, como el dolor constante de espalda, la pérdida del compañero de toda la vida. El dolor del cáncer y de perder a Roberto. La película se sostiene a partir del monólogo de la Bergman. Es ella la que nos cuenta su vida, sus dudas, la mala conciencia de haber abandonado a su familia, todo por ser fiel a su demonio.

Sin duda que el director sueco sabía que Ingrid estaba dando lo mejor de sí y cuando ella lo hacía sólo podía competirle Sarah Bernhardt que hacía décadas estaba durmiendo el sueño eterno. Sin embargo era inevitable el conflicto y no era un problema de falta de colaboración, de desgano era un problema de lenguaje: “Ya el primer día cuando leímos juntos el guión en el estudio de ensayos, descubrí que había preparado todo su papel delante del espejo con acento y gestos. Era evidente que su visión de la profesión no coincidía con la que teníamos nosotros”. Ingmar por primera vez deja sola a Liv Ullman, no la apoya, y toda su fuerza se va en contener ese río desbordado, esa fuerza de la naturaleza que era Ingrid Bergman. La Ullman se puede defender sola y está magnífica en los monólogos donde la hija le reprocha a la madre la indiferencia en que la ha mantenido a través de sus años de éxito. Bergman filma esos dos rostros que son como dos paisajes. En esos dos rostros el alma humana contenida.

Sonata de Otoño fue tomada con indiferencia por parte de la crítica. Lo acusaron de estar copiándose. Bergman estuvo de acuerdo con esto: “Amo y admiro a Tarkovsky, me parece que es uno de los mas grandes. Mi admiración por Fellini es ilimitada. Pero me parece que Tarkovsky empezó a hacer películas de Tarkovsky y que Fellini últimamente ha empezado a hacer algunas películas de Fellini. Kurosawa nunca ha hecho una película de Kurosawa. Ha llegado por tanto el momento de mirarse al espejo y preguntar: ¿Qué es lo que pasa en realidad, Bergman ha empezado a hacer películas de Bergman? A mi me parece que Sonata de otoño es un triste ejemplo de eso”.

Anoche volví a ver la película y el tiempo ha contradecido al propio Bergman. Sonata de otoño tiene un ritmo e intensidad que la convierten en una hija de nuestra época. Ingrid sí lo intuyó, por eso a pesar de que estaba exhausta, de que el cáncer no le daba tregua, de su incesante disputa con Ingmar, ella estaba feliz y segura de que esta película consolidaría aún más su lugar entre las grandes actrices del siglo XX. Esta fue su última película.

Título original: Höstsonaten
Año: 1978
Duración: 99 min.
País: Alemania del Oeste (RFA)
Director: Ingmar Bergman
Guión: Ingmar Bergman
Música: Frédéric Chopin, Georg Friedrich Händel
Fotografía: Sven Nykvist
Reparto: Ingrid Bergman, Liv Ullmann, Lena Nyman, Halvar Björk, Marianne Aminoff, Arne Bang-Hansen, Gunnar Björnstrand, Erland Josephson, Georg Løkkeberg, Mimi Pollak, Linn Ullmann
Productora: Personafilm GmbH Munich
Género: Drama | Drama psicológico. Familia
Premios
1978: 2 nominaciones al Oscar: Mejor actriz (Ingrid Bergman), guión original
1978: Globos de oro: Mejor película extranjera
1978: Premios David di Donatello: Mejor actriz extranjera (Liv Ullmann e Ingrid Bergman)
1978: Premios César: Nominada a mejor película extranjera
1978: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor Actriz (Ingrid Bergman)

domingo, 2 de junio de 2013

Pina

Sinopsis:


PINA es un largometraje sobre la Tanztheater Wuppertal Pina Bausch, compañía de danza fundada por la gran coreógrafa alemana. A través de un viaje sensual, visualmente muy impactante, Wenders acerca al espectador sus coreografías más conocidas. Escrito, dirigido y producido por Wim Wenders, este filme experimental revolucionará la relación entre el cine y la danza, no sólo por estar grabado en 3D, sino por la originalidad de su planteamiento. Rodado íntegramente en escenarios urbanos y naturales de Wuppertal, ciudad alemana en la que Pina residió durante 35 años y hogar de la Tanztheater Wuppertal Pina Bausch.


Un homenaje muy arty
Por Manuel Yáñez


Para comprender una película como ‘Pina', no está de más atender a sus subtítulos. Uno de ellos, el más ilustrativo, describe este documental como "un filme para Pina Bausch de Wim Wenders". La clave del asunto está en el "para": no estamos ante una obra "sobre" la célebre bailarina y coreógrafa alemana, fallecida en 2009, sino ante un sentido y reverente homenaje a su creatividad, un escaparate para su testamento artístico. En este sentido, parece lógico que Wim Wenders, un pope de la modernidad en horas bajas, se desmarque de las constantes del documental biográfico y se centre en el lenguaje del cuerpo que exploró Bausch durante cuarenta años de ilustre trayectoria. Así, para llevar a cabo este pomposo panegírico, Wenders utiliza tres vías de aproximación al mito de Bausch: unas pocas imágenes de archivo, declaraciones de gente que la conoció (principalmente, los bailarines de su compañía) y, por último, la puesta en escena de varios de varios fragmentos de sus obras más renombradas ("Café Müller", "Le sacre du printemps", "Vollmond").

Los problemas de este "tanzfilme en 3D" —otro subtítulo esclarecedor, en su referencia a la "danza-teatro" (tanztheatre) que practicaba Bausch y a la tecnología tridimensional— empiezan con los testimonios de los bailarines: un coro de voces truncadas que construyen un discurso esquivo, más anecdótico que sustancioso, algo banal y sólo ocasionalmente profundo. Esta negativa a construir la película a partir de testimonios orales parecería apuntar hacia el deseo de Wenders de mantener intacto el arte de Bausch, para así mostrarlo en todo su crudo esplendor. Sin embargo, a la hora de filmar a los bailarines en acción, el director de ‘El cielo sobre Berlín' o ‘Paris, Texas' siente la desconcertante necesidad de alejarse progresivamente del escenario teatral para llevar la danza a escenarios urbanos y naturales. La operación resulta estéril: en lugar de intensificar e ilustrar el mensaje de Bausch, centrado en el cuerpo, se distrae al espectador con elementos insustanciales. Wenders (que se autocita al mostrar insistentemente el monorraíl de Wuppertal, uno de los escenario de su película ‘Alicia en las ciudades') parece tan concentrado por darle un "aliento poético" a la película, que termina devorado por una estética arty, de video-instalación.
‘Pina' parece una película hecha para ser proyectada en un museo; algo que en sí no tiene nada de reprochable, pero que aquí conduce al filme hacia las aguas de un romanticismo más bien cursi, fuera de lugar cuando se considera la obra de Bausch, una mujer interesada por el sufrimiento, el desamparo, el deseo y el amor: el suyo era un arte de la desesperación.




A favor: La oportunidad de disfrutar de las deslumbrante y acongojantes coreografías de Bausch no tiene precio.
En contra: El afectado énfasis lírico que intenta imponer Wenders al conjunto del filme.

Título original: Pina
Año: 2011
Duración: 100 min.
País:  Alemania
Director: Wim Wenders
Guión: Wim Wenders
Música: Thom
Fotografía: Hélène Louvart
Reparto: Documentary, Pina Bausch, Regina Advento, Malou Airaudo, Ruth Amarante, Rainer Behr, Andrey Berezin, Damiano Ottavio Bigi, Bénédicte Billet
Productora: Coproducción Alemania-Francia-GB; Zweites Deutsches Fernsehen (ZDF) / Neue Road Movies
Género: Documental. Musical | Ballet. Baile. 3-D
Web Oficial: http://pina-film.de/
Premios:
2011: Oscar: Nominada al Mejor largometraje documental
2011: Premios del Cine Europeo: Mejor documental
2011: Premios BAFTA: Nominada a mejor película de habla no inglesa
2011: Festival de Berlín: Sección oficial (Fuera de competición)
2011: Satellite Awards: Nominada a Mejor largometraje documental

martes, 28 de mayo de 2013

Searching for Sugar Man




SINOPSIS: 

A finales de los años 60, un misterioso músico fue descubierto en un bar de Detroit por dos productores que quedaron prendados de sus melodías conmovedoras y de sus letras proféticas. Grabaron dos discos que ellos creían que situarían al artista como uno de los más grandes de su generación. Sin embargo, el éxito nunca llegó. De hecho, el cantante desapareció en la oscuridad en medio de rumores sobre su horripilante suicidio encima del escenario. Mientras la figura del artista se perdía en el olvido, uno de sus vinilos llegó a la Sudáfrica del Apartheid, multiplicándose por todo el país en grabaciones piratas, y durante las dos siguientes décadas Rodríguez se fue convirtiendo en un fenómeno, en un icono de la libertad y el "anti-establishment". Mucho tiempo después, dos fans sudafricanos se empeñaron en averiguar qué pasó realmente con su héroe. Su investigación los condujo a una historia aún más extraordinaria sobre el mito del artista conocido como "Rodríguez". Esta es una película sobre la esperanza, la inspiración y el poder de la música. (FILMAFFINITY)







Crítica del film:  Juan José Ontiveros.



PIRÓMANOS DE ARCILLA 

Searching for Sugar Man, de Malik Bendjelloul, 2012 


Ocurrió en el umbral de los años 70. Las megalómanas chimeneas industriales completaban cierta postal grisácea en el cinturón de Detroit, una ciudad que parecía anclada en otra época o directamente al margen del bucólico Sueño Americano. Allí tenía su sede la discográfica más importante –con permiso de Chess Records— de la música negra estadounidense: Motown, fundada por Berry Gordy en 1959, fue el bastión de artistas como Sam Cooke, The Temptations, Stevie Wonder, Marvin Gaye y un largo etcétera de luminarias que contribuyeron al posterior estallido del funk y la disco music. Aquella congregación irrepetible hablaba sola de una sociedad que ya entonces se veía abrumada por los tórridos hits de rock ‘n’ roll: la moda del compendio melódico y el desenfreno subversivo inflamaban los prejuicios de instituciones y políticos excesivamente acartonados. Por si fuera poco, unos jóvenes provenientes de Liverpool habían desecho las antiguas convenciones del pop. Ya no valía con alcanzar el número uno; también convenía dejar tras de sí una estela de mesianismo y rumores —no tan infundados— acerca de las malas prácticas de esos ídolos etéreos y desconocidos casi a partes iguales. En Detroit la decadencia aterrizaba como una losa sobre las clases más desfavorecidas. Y, por supuesto, no era un caso aislado. La nueva década tampoco invitaba al optimismo. La guerra de Vietnam nublaba cualquier propósito conciliador: los cadáveres arderían en nuestro subconsciente por culpa del Rey Lagarto, un Jim Morrison —que a finales de 1970 ultimaba los arreglos del L.A. Woman de The Doors— anunciando ese violento final a los pies de una selva calcinada por el napalm y la estupidez. Así, la música ofrecía un salvoconducto ante la incertidumbre de un futuro resbaladizo. Digamos que ponía en bandeja el (re)surgimiento de las topical songs, canciones que intentaban dinamitar el statu quo a partir de su vocación crítica. Ese flaco de mirada oblicua y retórica burlesca llamado Bob Dylan se encaramaba a la cima del rock. Y, ciertamente, si la respuesta estaba en el viento, si los maestros de la guerra manejaban a placer los pormenores de nuestras vidas, mejor utilizar el filtro de la poesía. 



Pero estamos en Detroit. Respirando contaminación, oliendo el aceite de los motores que rugen como máquinas del progreso. La tierra del Cadillac permanece en un frío bucle que contrasta con las historias turbulentas de bebedores que acuden a los clubs a escuchar a músicos locales. Una de esa típicas noches lluviosas junto al río, Mike Theodore y su socio Dennis Coffrey acuden a un local donde, según cuentan, toca un joven cantautor llamado Rodríguez. Las señas —obviamente— son mínimas. Al cruzar la primera puerta, ambos son golpeados por una densa capa de humo que cubre toda la estancia. Escuchan algunos acordes y una voz que surge de una figura sentada de espaldas a ellos. Su pelo es negro como el azabache; canta sobre aspectos sombríos pero de rabiosa actualidad. Se queja, es crudo, es inteligente, es un narrador nato. Escribe como Dios. Visto de frente, dirías que es un guerrero azteca urbanita (no obstante, sus padres eran mexicanos que emigraron en la década de los 20). Los dos cazatalentos, productores de prestigio (Coffrey trabajó con Wilson Pickett, Ringo Starr y The Supremes, entre otros muchos) que por entonces grababan para la pequeña Sussex Records, quedan fascinados por el poder insurrecto de ese folkie. Le proponen grabar un álbum. Rodríguez, de nombre Sixto, acepta sin poner objeciones. El resultado: Cold Fact. Doce temas que harían palidecer al mismísimo Bobby Dylan. Abre con Sugar Man, que describe a un personaje sobradamente notorio entre los asiduos callejeros, hombres complejos, a veces de mirada corta, pero instruidos en el poder insobornable del folclore: siempre han esperado ese toque luminoso que destilan las canciones de Rodríguez. Y, sin duda, no hay/había manera de encontrar fisuras en una obra seguramente adelantada a su tiempo, aunque paradójicamente radiografiase hechos en presente de indicativo. “Yo estaba preparado para el mundo, pero el mundo no estaba preparado para mí”, opinaba el músico. 


Incomprensiblemente (o no, ya que en el entramado musical no existen las cegueras universales), Cold Fact pasa desapercibido. Mejor dicho, es un fracaso total. Aun guardando brillantes perlas como I Wonder, Crucify Your Mind e Inner City Blues —uno de los mejores temas de toda la historia del género—, nadie habla de su ingrediente profético. Pero un año más tarde, en 1971, uno de sus escasos admiradores y no causalmente productor musical, Steve Rowland, decide “esponsorizar” el siguiente trabajo de este cantautor: Coming From Reality debía ser, esta vez sí, su merecido trampolín hacia el éxito o la trascendencia intelectual de crooners como Tom Waits. Sea como fuere, Rodríguez se veía influenciado por ese ligero timbre borreguil que entonaba Dylan, pero sin arrebatos lijosos y con unas letras cuyo nivel excedían la media del panteón. Pero nuevamente no consigue levantar el vuelo, sino todo lo contrario. Fracasa dejando tras de sí un poso de artista invisible. Nada sorpresivo para un hombre inmune a los sueños. Poco después, alguien viaja a Sudáfrica con el vinilo de Cold Fact en su maleta. De la noche al día, ese enigmático hombre con gafas de sol y sombrero que aparece en la carátula se convierte en superventas. Todo oyente en Sudáfrica tiene una copia. Se especula sobre su misterioso silencio. Cuentan que se pegó un tiro sobre el escenario después de una actuación, que se quemó a lo bonzo, que su epitafio no está grabado en piedra. El ignorado debut de Rodríguez —quizá por culpa de los fallidos sistemas de distribución o las nulas campañas de marketing— cristaliza en banda sonora del movimiento anti-apartheid. Todos se preguntan quién es Sugar Man, dónde se esconde, qué fue de él. Semejante talento no podía haber pasado desapercibido. Por ello, a mediados de los 90, Stephen “Sugar” Segerman (apodado así en honor a su héroe maldito), melómano y dueño de una pequeña tienda de discos, se une al periodista Craig Bartholomew-Strydom en su tenaz investigación del árbol genealógico de Rodríguez. 


El mismo Segerman conduce su coche bordeando los acantilados de Cape Town, sobre el rompeolas que se abre al mar verdoso y teñido por la luz cálida que irradia el sol, mientras canta la primera estrofa de Sugar Man. Las imágenes pertenecen a un documental que aclara el paradero del malogrado músico de Michigan. Lo ha escrito y dirigido el sueco Malik Bendjelloul —bajo la supervisión de Simon Chinn (Man on Wire) y el productor ejecutivo John Battsek (The Imposter)—, encargado de entrevistar a personalidades tan distinguidas como las ya mencionadas. Pero su mayor logro es reivindicar con elegancia la figura de un tipo injustamente tratado por la Historia, amnésica y culpable de un olvido —ay, perezosos cronistas de la época— que, amparándose en los réditos últimos del mito suicida, está llamado a subvertir lo imposible: impartir la balsámica justicia poética y brindarle a Sixto Díaz Rodríguez la oportunidad de ganarse un hueco entre nuestros autores de cabecera. El resto es caminar en círculos, enrocarse en el What If…de la música popular. Desde cualquier ángulo, Searching for Sugar Man resulta una película cruda, honesta, cautivadora, plástica —véanse los fragmentos de animación, sugerentes travellings a través de la ciudad—, emocionante, sublime, tenue, sorprendente, vitalista y, sin embargo, con una oscura poesía mortuoria. Todo en uno. Como Sixto Rodríguez.



TÍTULO ORIGINAL: Searching for Sugar Man (Searching for Sugarman)

AÑO: 2012

DURACIÓN: 85 min.

PAÍS: Sección visual

DIRECTOR: Malik Bendjelloul

GUIÓN: Malik Bendjelloul

MÚSICA: Sixto Rodríguez

FOTOGRAFÍA: Camilla Skagerström

REPARTO: Documentary, Sixto Rodríguez

PRODUCTORA: Coproducción Suecia-Reino Unido; Sony Classics / Red Box Films / Canfield Pictures / Passion Pictures

WEB OFICIAL: http://www.sonyclassics.com/searchingforsugarman/

PREMIOS: 2012: Oscar: Mejor documental

2012: Premios BAFTA: Mejor documental

GÉNERO: Documental | Documental sobre música

martes, 21 de mayo de 2013

Sinopsis

René Saavedra (Gael García Bernal) es un ejecutivo de publicidad que regresa a Chile tras su exilio en México y diseña una brillante y optimista campaña que propugna el "No" al plebiscito chileno de 1988. Su objetivo es poner fin a la dictadura militar y derrocar a Augusto Pinochet. (FILMAFFINITY)

Crítica de “No”, película de Pablo Larraín

Por Blanca Villalobos

Link Crítica: http://www.therearguard.org/critica-de-no-pelicula-de-pablo-larrain/


La película chilena “No”, del realizador Pablo Larraín, basada en el plebiscite del año 1988 en Chile, sorprende al espectador por el uso de la comedia negra y su mensaje lleno de esperanza en un tema caracterizado por su horror y dramatismo. La obra fue estrenada el 16 de febrero en el Whitsell Auditorium de Portland Art Museum como parte del Portland Internacional Film Festival.
Narrada desde el  punto de vista del protagonista principal René Saavedra (Gael García Bernal), el documental-ficción nos presenta la vida de un padre soltero que trabaja para una compañía de publicidad y que, para mayor intriga, es hijo de uno de los muchos chilenos que fueron exiliados durante el régimen de Pinochet. René luego se encuentra con un grupo de gente que son parte de la campaña ‘No’ en la que, a pesar de la oposición que recibe por parte de su jefe y del gobierno, decide involucrarse. Mezclada entre la película hay imágenes y videos originales que fueron televisados durante el plebiscite, lo que provoca la sensación de estar viviendo y observando las dos campañas del ‘Sí’ y el ‘No’ que tomaron parte en su momento.
La película fue grabada con un sentido de nostalgia en que los efectos de las cámaras usadas dan el sentido de que la película fue grabada durante 1988, con el personaje de René confirmando la vida de los 80’s con escenas en las que patina alrededor de su barrio.
Para todo el que quiera informarse más sobre el fin del régimen de Pinochet, recomiendo ver esta película, ya que ofrece una perspectiva distinta para un tema tan serio. Es una buena oportunidad para ver como fue el desarrollo de la dictadura de Pinochet durante las dos campañas, algo que yo, personalmente, nunca supe hasta recientemente.
Por primera vez he sentido como espectadora, un orgullo inesperado de la gente que dedicó su vida a la recuperación de su voz y voto, en una de las dictaduras más divisivas del continente sudamericano.

Título original: No
Año: 2012
Duración: 116 min.
País: Chile
Director: Pablo Larraín
Guión: Pedro Peirano
Música: Carlos Cabezas
Fotografía: Sergio Armstrong
Reparto: Gael García Bernal, Alfredo Castro, Luis Gnecco, Antonia Zegers, Néstor Cantillana, Alejandro Goic, Diego Muñoz, Jaime Vadell, Marcial Tagle, Manuela Oyarzún, Pascal Montero, José Manuel Salcedo, Enrique Garcia
Productora: Coproducción Chile-México-Estados Unidos; Fabula production / Participant Media / Funny Balloons
Género: Drama. Comedia | Comedia negra. Política. Dictadura chilena. Años 80
Web Oficial
Premios
    2012: Oscar: nominada a la mejor película de habla no inglesa
    2012: Festival de Cannes: Premio Quincena de Realizadores a la mejor película
    2012: Festival de La Habana: Mejor película
    2012: Premios Ariel: Nominada a Mejor película iberoamericana