SINOPSIS:
Un hombre aparece andando en el
desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano va en su busca, intentando
que recuerde su vida cuatro años atrás, cuando abandonó a su mujer y a su hijo.
Mientras la memoria va volviendo a él y recupera el contacto con personas de su
pasado, descubre la oportunidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
Ningún lugar seguro en “Paris, Texas”
Luis M. Álvarez
Link Crítica: http://extracine.com/2011/05/secuencias-favoritas-paris-texas
La primera vez que vi “Paris, Texas”, tan sólo tenía catorce años. Obviamente, no había tenido tiempo de experimentar muchas cosas de la vida, pero quedé fascinado, no sólo por la historia, sino por todos los elementos que componen la película: su música, su reparto, su luz, sus diálogos, sus silencios… Veinte años después, he podido comprobar cómo el paso del tiempo, no sólo la ha mejorado, sino que mis propias experiencias, me hacen entender la historia con toda su dureza y profundidad pues lo que en su momento me pareció como una historia de amor imposible, hoy se revela como un impresionante retrato de los devastadores efectos del maltrato en una familia.
El germen de “Paris, Texas” se encuentra en un libro de relatos cortos de Sam Shepard: El gran sueño del paraíso (publicado en España por Anagrama). Libro que no contiene un relato que inspire directamente la historia de la película, pero sí algunos de los personajes, escenarios y ambientes que desarrolla. El mismo Sam Shepard firma el guión, teniendo como director a Wim Wenders, director de origen alemán pero, al igual que otros cineasta de su generación que se englobaran bajo el denominado Manifiesto de Oberhausen, está muy influido por la cultura americana, no sólo desde el punto de vista cinematográfico por directores como Nicholas Ray o Sam Fuller, sino por su literatura. Previamente ya se había acercado a la literatura americana a través de la magnífica adaptación de la obra de la escritora Patricia Highsmith en la película “Der Amerikanische Freund” de 1977, cuyos personajes ya estaban tan perdidos como los retratados en “Paris, Texas”.
La historia comienza con Travis (Harry Dean Stanton) caminando sin rumbo por un desértico paisaje, tan desolado como su propio corazón. No sabremos qué le ha llevado a esa situación hasta llegar a casi la última secuencia del filme. Shepard se encarga de ir dosificando la información en muy pequeñas dosis, economizando las palabras, lo justo para mantener nuestra atención y forzarnos a preguntarnos cómo continuará la historia. Lo justo para desarrollar los personajes sin necesidad de dar demasiadas explicaciones, pero con la porción justa para entender en qué momento se encuentra cada personaje y las diferencias que pueda haber entre ellos. Extraordinaria muestra de esto es el momento en que Walt (Dean Stockwell) llama a su casa para informar a Hunter (Hunter Carson), al que se identifica como: “papá”, para decirle después que se encuentra de viaje con su hermano, al que, para nuestra sorpresa se refiere como el padre del niño. Wenders añade a las acciones y diálogos, las pausas necesarias para que entendamos al completo a unos personajes desorientados emocionalmente y destrozados psicológicamente.
Mención aparte merece la cautivadora banda sonora creada por Ry Cooder para la película, que transmite a la perfección el estado de ánimo de los personajes con esa leve duda que se percibe a cada rasgado, que pareciera fuera improvisando las notas en el momento de su ejecución, imprimiendo a las imágenes de una tristeza y melancolía a la que contribuye la elección de Wenders de utilizar planos fijos mayoritariamente, reencuadrando apenas a los personajes, siempre colocados en posiciones estratégicas para alcanzar un perfecto equilibrio entre los paisajes, la arquitectura, los espacios en los que se mueven; dando el conjunto una coherencia a la obra, reforzada por el espléndido trabajo de fotografía de Robby Müller, colaborador habitual de Wim Wenders en casi todos sus filmes anteriores. Es curioso que incluso los planos con movimiento, puedan considerarse fijos, pues muchas veces se encuadra al coche en su trayectoria, siguiéndole, pero manteniéndolo siempre en el mismo punto del encuadre, dando la impresión de que no se mueve mientras sí lo hace el paisaje, consiguiendo al final un plano tan estático como sus personajes.
Ni la mirada de Wenders ni la historia creada por Shepard son críticas con sus protagonistas. No intentan analizar a los personajes ni buscar soluciones, ni siquiera criticar a la sociedad americana. Es una mirada expresiva en la que se nos muestra la vida dentro de una familia estadounidense, desde luego nunca como las retratadas en otras producciones de la época como las de Steven Spielberg: “E.T.: The Extra-Terrestrial” (1982, Steven Spielberg), “Poltergeist” (1982, Tobe Hooper), “Gremlins” (1984, Joe Dante) o “Back to the Future” (1985, Robert Zemeckis) que nos ofrecían un modelo de familia idílico, siempre en consonancia con las casas que habitan.
En “Paris, Texas” los personajes son ajenos a su entorno, viven sus vidas interiormente, incluso Walt y Aurora, cuya forma de vida carece del glamour del que podrían rodearse por vivir y trabajar en Los Angeles. No van a fiestas ni se relacionan con el mundo de Hollywood, aunque el trabajo de Walt, pudiera facilitar este contacto. Lo que sí vemos es ese mundo de refilón, gracias a las vallas publicitarias que Walt pinta, situándonos sólo en ese momento en el tiempo en que transcurre la historia. Quizás Hunter es quien nos sitúe más concretamente, dado que por su edad y por su relación con otros niños está más al corriente del mundo que le rodea, como comprobaremos cuando haga alusiones directas con sus diálogos a “Star Wars”, por ejemplo, o simplemente por las sábanas de su cama.
Quizás sea Hunter, también, el personaje más maduro de toda la película, siendo el único que ha sido capaz de asimilar los golpes de la vida, o por lo menos vivirla sin traumas ni rencores. Walt y Aurora, que han hecho la función de padre y madre durante sus últimos cuatro años y que no han tenido otros hijos, parecen abocados a la separación tras la partida de Hunter. Travis se encuentra totalmente perdido, incapaz de asumir los errores del pasado, intentando buscar el sentido de su vida por el simple hecho de acudir al lugar en el que fue concebido por sus padres, un lugar en Texas conocido como París. Y Jane, último personaje que conocemos, que decidiera abandonar a su hijo incapaz de afrontar la vida sin Travis, por miedo a verle a él cada vez que mirase a su hijo, o por el miedo a que inconscientemente le hiciera pagar por los errores del otro.
Me llama especialmente al atención la recuperación de Travis: al principio, no habla, no come, no duerme, sólo camina sin rumbo, siguiendo las vías del tren o el tendido eléctrico, buscando, quizás, París, Texas, pero sin intención real de llegar allí, intuyendo, probablemente, que no le traerá ninguna respuesta ni solución. Recuperado por su hermano y a medida que se va desarrollando la acción, irá incorporándose de nuevo al mundo, hasta recuperar su propio ritmo. El primer síntoma de ello es el momento en el que percibe su deterioro físico en el primer motel al que le lleva Walt, después volverá a hablar, sin sentido al principio, aludiendo al mítico lugar: París, Texas. Después volverá a comer y poco a poco irá recuperando la memoria, se irá reconciliando con su pasado hasta que reacciona en el momento que se identifica con un personaje que habla al mundo desde lo alto de un puente, lleno de rabia, sin que realmente le escuche nadie, hablando de supuestas conspiraciones para acabar con todos, tan perdido a su manera como Travis al comienzo de la película.
Travis tomará una decisión en ese momento que le llevará a buscar a Jane con la ayuda de Hunter, intentando solucionar lo que en su momento no supo hacer. Asumiendo su culpa en lo que supuso la ruptura con Jane, la buscará para devolverle lo que inconscientemente le arrebató: Hunter; castigándose después, terminando la historia tal como comenzó, con Travis vagando, cerrando el círculo, permitiendo al espectador decidir si esta vez viaja hacia algún sitio concreto o si volverá a perder el ritmo paulatinamente hasta convertirse en lo que era al principio: un vagabundo.
La incomunicación de los personajes se hace evidente, precisamente, en el momento en que Travis consigue hablar con Jane: a través de un cristal y por un teléfono, no pudiendo ella verle a él. Es curioso que en la primera conversación que tienen, Travis vuelve a reaccionar de la misma manera que posteriormente descubriremos había hecho en el pasado, y en la secuencia en la que relata lo que hizo, momento en que entenderemos la situación de todos los personajes al comienzo de la historia, tiene que hacerlo de espaldas a ella, sin verla, temiendo volver a perder el rumbo sin concluir lo que pretendía viniendo a buscarla. Esta podría haber sido mi secuencia favorita, indudablemente. Sin embargo, me decanto por el momento toma de conciencia. El momento del puente. Si al principio de la secuencia la cámara sigue a Travis en un travelling infinito, a partir del momento en que se cruza con el vagabundo dejará de seguirle en el momento en que le de esa palmada en la espalda, como si fuera una señal de su identificación con el vagabundo en el que algunos intuimos acabará convertido en un futuro. Un plano simple y sencillo, pero emotivo y conmovedor.
Por último destacar las interpretaciones de todos y cada uno de los componentes del reparto, desde Harry Dean Stanton en uno de los pocos papeles protagonistas en su extensa e interesante carrera, hasta la breve aparición de Nastassja Kinski, que en apenas unos minutos es capaz de imprimir toda la complejidad y fuerza psicológica que arrastra su personaje. Ambos interpretan a sus personajes con tanta convicción que pudiéramos pensar que se enamoraran en la vida real dada la química tan especial que emanan y desprenden en cada fotograma. No es cuestión de que digan que se quieren porque lo ponga el guión, es que realmente nos hacen creer que se quieren. Igualmente da la sensación de que Dean Stockwell es hermano de Harry Dean Stanton y que aunque hayan estado separados el uno del otro cuatro años, existe ese lazo invisible entre ellos. El cuadro se completa con Aurora Climent y la sorprendente interpretación de Hunter Carson como el hijo de Travis y Jane. Estas interpretaciones tan convincentes nos hacen olvidar que estamos viendo una ficción, identificándonos con ellos con cada plano, emocionándonos a medida que vamos conociendo más detalles sobre su historia. Por eso nos fundimos con los personajes, totalmente emocionados, en ese abrazo final entre Jane y Hunter, y por eso seguramente “Paris, Texas” fue Palma de oro en el Festival de Cannes de 1984.
TÍTULO ORIGINAL: Paris, Texas
AÑO: 1984
DURACIÓN: 144 min.
PAÍS: Franco - Alemana
DIRECTOR: Wim Wenders
GUIÓN: Sam Shepard
MÚSICA: Ry Cooder
FOTOGRAFÍA: Robby Müller
REPARTO:
Harry Dean Stanton, Nastassja Kinski, Dean Stockwell, Aurore Clément, Hunter
Carson, Bernhard Wicki
PRODUCTORA: Coproducción Alemania-Francia
PREMIOS: 1984: Cannes: Palma de Oro, Premio del Jurado
Ecuménico, FIPRESCI
1984: Nominada al Globo de Oro: Mejor película extranjera
1984: BAFTA: Mejor director. Nominada a Película, Guión
adaptado y Música
1984: Nominada al César: Mejor película extranjera
1984:
David di Donatello: Premio René Clair. Nominada a Mejor película
extranjera
GÉNERO: Drama | Road Movie. Película de culto
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