La Nana

La Nana

martes, 28 de mayo de 2013

Searching for Sugar Man




SINOPSIS: 

A finales de los años 60, un misterioso músico fue descubierto en un bar de Detroit por dos productores que quedaron prendados de sus melodías conmovedoras y de sus letras proféticas. Grabaron dos discos que ellos creían que situarían al artista como uno de los más grandes de su generación. Sin embargo, el éxito nunca llegó. De hecho, el cantante desapareció en la oscuridad en medio de rumores sobre su horripilante suicidio encima del escenario. Mientras la figura del artista se perdía en el olvido, uno de sus vinilos llegó a la Sudáfrica del Apartheid, multiplicándose por todo el país en grabaciones piratas, y durante las dos siguientes décadas Rodríguez se fue convirtiendo en un fenómeno, en un icono de la libertad y el "anti-establishment". Mucho tiempo después, dos fans sudafricanos se empeñaron en averiguar qué pasó realmente con su héroe. Su investigación los condujo a una historia aún más extraordinaria sobre el mito del artista conocido como "Rodríguez". Esta es una película sobre la esperanza, la inspiración y el poder de la música. (FILMAFFINITY)







Crítica del film:  Juan José Ontiveros.



PIRÓMANOS DE ARCILLA 

Searching for Sugar Man, de Malik Bendjelloul, 2012 


Ocurrió en el umbral de los años 70. Las megalómanas chimeneas industriales completaban cierta postal grisácea en el cinturón de Detroit, una ciudad que parecía anclada en otra época o directamente al margen del bucólico Sueño Americano. Allí tenía su sede la discográfica más importante –con permiso de Chess Records— de la música negra estadounidense: Motown, fundada por Berry Gordy en 1959, fue el bastión de artistas como Sam Cooke, The Temptations, Stevie Wonder, Marvin Gaye y un largo etcétera de luminarias que contribuyeron al posterior estallido del funk y la disco music. Aquella congregación irrepetible hablaba sola de una sociedad que ya entonces se veía abrumada por los tórridos hits de rock ‘n’ roll: la moda del compendio melódico y el desenfreno subversivo inflamaban los prejuicios de instituciones y políticos excesivamente acartonados. Por si fuera poco, unos jóvenes provenientes de Liverpool habían desecho las antiguas convenciones del pop. Ya no valía con alcanzar el número uno; también convenía dejar tras de sí una estela de mesianismo y rumores —no tan infundados— acerca de las malas prácticas de esos ídolos etéreos y desconocidos casi a partes iguales. En Detroit la decadencia aterrizaba como una losa sobre las clases más desfavorecidas. Y, por supuesto, no era un caso aislado. La nueva década tampoco invitaba al optimismo. La guerra de Vietnam nublaba cualquier propósito conciliador: los cadáveres arderían en nuestro subconsciente por culpa del Rey Lagarto, un Jim Morrison —que a finales de 1970 ultimaba los arreglos del L.A. Woman de The Doors— anunciando ese violento final a los pies de una selva calcinada por el napalm y la estupidez. Así, la música ofrecía un salvoconducto ante la incertidumbre de un futuro resbaladizo. Digamos que ponía en bandeja el (re)surgimiento de las topical songs, canciones que intentaban dinamitar el statu quo a partir de su vocación crítica. Ese flaco de mirada oblicua y retórica burlesca llamado Bob Dylan se encaramaba a la cima del rock. Y, ciertamente, si la respuesta estaba en el viento, si los maestros de la guerra manejaban a placer los pormenores de nuestras vidas, mejor utilizar el filtro de la poesía. 



Pero estamos en Detroit. Respirando contaminación, oliendo el aceite de los motores que rugen como máquinas del progreso. La tierra del Cadillac permanece en un frío bucle que contrasta con las historias turbulentas de bebedores que acuden a los clubs a escuchar a músicos locales. Una de esa típicas noches lluviosas junto al río, Mike Theodore y su socio Dennis Coffrey acuden a un local donde, según cuentan, toca un joven cantautor llamado Rodríguez. Las señas —obviamente— son mínimas. Al cruzar la primera puerta, ambos son golpeados por una densa capa de humo que cubre toda la estancia. Escuchan algunos acordes y una voz que surge de una figura sentada de espaldas a ellos. Su pelo es negro como el azabache; canta sobre aspectos sombríos pero de rabiosa actualidad. Se queja, es crudo, es inteligente, es un narrador nato. Escribe como Dios. Visto de frente, dirías que es un guerrero azteca urbanita (no obstante, sus padres eran mexicanos que emigraron en la década de los 20). Los dos cazatalentos, productores de prestigio (Coffrey trabajó con Wilson Pickett, Ringo Starr y The Supremes, entre otros muchos) que por entonces grababan para la pequeña Sussex Records, quedan fascinados por el poder insurrecto de ese folkie. Le proponen grabar un álbum. Rodríguez, de nombre Sixto, acepta sin poner objeciones. El resultado: Cold Fact. Doce temas que harían palidecer al mismísimo Bobby Dylan. Abre con Sugar Man, que describe a un personaje sobradamente notorio entre los asiduos callejeros, hombres complejos, a veces de mirada corta, pero instruidos en el poder insobornable del folclore: siempre han esperado ese toque luminoso que destilan las canciones de Rodríguez. Y, sin duda, no hay/había manera de encontrar fisuras en una obra seguramente adelantada a su tiempo, aunque paradójicamente radiografiase hechos en presente de indicativo. “Yo estaba preparado para el mundo, pero el mundo no estaba preparado para mí”, opinaba el músico. 


Incomprensiblemente (o no, ya que en el entramado musical no existen las cegueras universales), Cold Fact pasa desapercibido. Mejor dicho, es un fracaso total. Aun guardando brillantes perlas como I Wonder, Crucify Your Mind e Inner City Blues —uno de los mejores temas de toda la historia del género—, nadie habla de su ingrediente profético. Pero un año más tarde, en 1971, uno de sus escasos admiradores y no causalmente productor musical, Steve Rowland, decide “esponsorizar” el siguiente trabajo de este cantautor: Coming From Reality debía ser, esta vez sí, su merecido trampolín hacia el éxito o la trascendencia intelectual de crooners como Tom Waits. Sea como fuere, Rodríguez se veía influenciado por ese ligero timbre borreguil que entonaba Dylan, pero sin arrebatos lijosos y con unas letras cuyo nivel excedían la media del panteón. Pero nuevamente no consigue levantar el vuelo, sino todo lo contrario. Fracasa dejando tras de sí un poso de artista invisible. Nada sorpresivo para un hombre inmune a los sueños. Poco después, alguien viaja a Sudáfrica con el vinilo de Cold Fact en su maleta. De la noche al día, ese enigmático hombre con gafas de sol y sombrero que aparece en la carátula se convierte en superventas. Todo oyente en Sudáfrica tiene una copia. Se especula sobre su misterioso silencio. Cuentan que se pegó un tiro sobre el escenario después de una actuación, que se quemó a lo bonzo, que su epitafio no está grabado en piedra. El ignorado debut de Rodríguez —quizá por culpa de los fallidos sistemas de distribución o las nulas campañas de marketing— cristaliza en banda sonora del movimiento anti-apartheid. Todos se preguntan quién es Sugar Man, dónde se esconde, qué fue de él. Semejante talento no podía haber pasado desapercibido. Por ello, a mediados de los 90, Stephen “Sugar” Segerman (apodado así en honor a su héroe maldito), melómano y dueño de una pequeña tienda de discos, se une al periodista Craig Bartholomew-Strydom en su tenaz investigación del árbol genealógico de Rodríguez. 


El mismo Segerman conduce su coche bordeando los acantilados de Cape Town, sobre el rompeolas que se abre al mar verdoso y teñido por la luz cálida que irradia el sol, mientras canta la primera estrofa de Sugar Man. Las imágenes pertenecen a un documental que aclara el paradero del malogrado músico de Michigan. Lo ha escrito y dirigido el sueco Malik Bendjelloul —bajo la supervisión de Simon Chinn (Man on Wire) y el productor ejecutivo John Battsek (The Imposter)—, encargado de entrevistar a personalidades tan distinguidas como las ya mencionadas. Pero su mayor logro es reivindicar con elegancia la figura de un tipo injustamente tratado por la Historia, amnésica y culpable de un olvido —ay, perezosos cronistas de la época— que, amparándose en los réditos últimos del mito suicida, está llamado a subvertir lo imposible: impartir la balsámica justicia poética y brindarle a Sixto Díaz Rodríguez la oportunidad de ganarse un hueco entre nuestros autores de cabecera. El resto es caminar en círculos, enrocarse en el What If…de la música popular. Desde cualquier ángulo, Searching for Sugar Man resulta una película cruda, honesta, cautivadora, plástica —véanse los fragmentos de animación, sugerentes travellings a través de la ciudad—, emocionante, sublime, tenue, sorprendente, vitalista y, sin embargo, con una oscura poesía mortuoria. Todo en uno. Como Sixto Rodríguez.



TÍTULO ORIGINAL: Searching for Sugar Man (Searching for Sugarman)

AÑO: 2012

DURACIÓN: 85 min.

PAÍS: Sección visual

DIRECTOR: Malik Bendjelloul

GUIÓN: Malik Bendjelloul

MÚSICA: Sixto Rodríguez

FOTOGRAFÍA: Camilla Skagerström

REPARTO: Documentary, Sixto Rodríguez

PRODUCTORA: Coproducción Suecia-Reino Unido; Sony Classics / Red Box Films / Canfield Pictures / Passion Pictures

WEB OFICIAL: http://www.sonyclassics.com/searchingforsugarman/

PREMIOS: 2012: Oscar: Mejor documental

2012: Premios BAFTA: Mejor documental

GÉNERO: Documental | Documental sobre música

martes, 21 de mayo de 2013

Sinopsis

René Saavedra (Gael García Bernal) es un ejecutivo de publicidad que regresa a Chile tras su exilio en México y diseña una brillante y optimista campaña que propugna el "No" al plebiscito chileno de 1988. Su objetivo es poner fin a la dictadura militar y derrocar a Augusto Pinochet. (FILMAFFINITY)

Crítica de “No”, película de Pablo Larraín

Por Blanca Villalobos

Link Crítica: http://www.therearguard.org/critica-de-no-pelicula-de-pablo-larrain/


La película chilena “No”, del realizador Pablo Larraín, basada en el plebiscite del año 1988 en Chile, sorprende al espectador por el uso de la comedia negra y su mensaje lleno de esperanza en un tema caracterizado por su horror y dramatismo. La obra fue estrenada el 16 de febrero en el Whitsell Auditorium de Portland Art Museum como parte del Portland Internacional Film Festival.
Narrada desde el  punto de vista del protagonista principal René Saavedra (Gael García Bernal), el documental-ficción nos presenta la vida de un padre soltero que trabaja para una compañía de publicidad y que, para mayor intriga, es hijo de uno de los muchos chilenos que fueron exiliados durante el régimen de Pinochet. René luego se encuentra con un grupo de gente que son parte de la campaña ‘No’ en la que, a pesar de la oposición que recibe por parte de su jefe y del gobierno, decide involucrarse. Mezclada entre la película hay imágenes y videos originales que fueron televisados durante el plebiscite, lo que provoca la sensación de estar viviendo y observando las dos campañas del ‘Sí’ y el ‘No’ que tomaron parte en su momento.
La película fue grabada con un sentido de nostalgia en que los efectos de las cámaras usadas dan el sentido de que la película fue grabada durante 1988, con el personaje de René confirmando la vida de los 80’s con escenas en las que patina alrededor de su barrio.
Para todo el que quiera informarse más sobre el fin del régimen de Pinochet, recomiendo ver esta película, ya que ofrece una perspectiva distinta para un tema tan serio. Es una buena oportunidad para ver como fue el desarrollo de la dictadura de Pinochet durante las dos campañas, algo que yo, personalmente, nunca supe hasta recientemente.
Por primera vez he sentido como espectadora, un orgullo inesperado de la gente que dedicó su vida a la recuperación de su voz y voto, en una de las dictaduras más divisivas del continente sudamericano.

Título original: No
Año: 2012
Duración: 116 min.
País: Chile
Director: Pablo Larraín
Guión: Pedro Peirano
Música: Carlos Cabezas
Fotografía: Sergio Armstrong
Reparto: Gael García Bernal, Alfredo Castro, Luis Gnecco, Antonia Zegers, Néstor Cantillana, Alejandro Goic, Diego Muñoz, Jaime Vadell, Marcial Tagle, Manuela Oyarzún, Pascal Montero, José Manuel Salcedo, Enrique Garcia
Productora: Coproducción Chile-México-Estados Unidos; Fabula production / Participant Media / Funny Balloons
Género: Drama. Comedia | Comedia negra. Política. Dictadura chilena. Años 80
Web Oficial
Premios
    2012: Oscar: nominada a la mejor película de habla no inglesa
    2012: Festival de Cannes: Premio Quincena de Realizadores a la mejor película
    2012: Festival de La Habana: Mejor película
    2012: Premios Ariel: Nominada a Mejor película iberoamericana

martes, 14 de mayo de 2013

Un cuento chino


Sinopsis

Roberto, un hombre marcado por un duro revés que arruinó y paralizó su vida hace más de veinte años, vive atrincherado frente al mundo y en completa soledad. Sin embargo, un día, un extraño acontecimiento logra sacarlo de su aislamiento y ponerlo de nuevo en contacto con la realidad. (FILMAFFINITY)


HISTORIAS ABSURDAS PARA COLECCIONAR
Por Martín Morales


Cinta que tiene un simple objetivo y, con mucha fluidez y con un guión que se destaca por ser claro, directo, en el que todos sus hilos se atan al final, se cumple satisfactoriamente. Entretener aquí parece algo secundario, porque si bien el humor está presente en casi todas las escenas, la historia se da el lujo de entrar en terrenos dramáticos y absurdos que le aportan originalidad, sentimiento y, por sobre todas las cosas, una riqueza argumental mayor a la película.
La historia se centra en Roberto, un ferretero ex combatiente en Malvinas, que vive solo, que está obsesionado con su trabajo, que no se permite la entrada de un amor en su vida y que no soporta la falta de respeto por parte de un tercero. Un día, mientras, relajado, estaba tomando una cerveza, se le aparece un chino que no sabe una palabra en español y que tiene que encontrar a su tapo (tío). Roberto, va a intentar ayudarlo, pero la impaciencia y la falta de comunicación le van a ser más fuertes que él y va a ser todo lo posible para deshacerse del joven. Poco a poco, se va a dar cuenta que ese muchacho lo va a ir ayudando a cambiar su estilo de vida.
Esta película es muy simple, pero es una de esas en la que no se dejan cabos sueltos ni nada está introducido de manera inconclusa y sin una intención. Este es un relato redondo, que todo tiene su importancia y su necesidad.

Comenzando con una muy bien lograda descripción del protagonista, acentuando su estilo rutinario y caracterizándolo como un cascarrabias que solo le importa su pensar, y nunca dejando de lado el humor que dichos momentos necesitan para que su personalidad pueda profundizarse, la película introduce a un amor platónico, Mari; a un cliente que le hace la vida imposible; a una familia prejuiciosa y al chino perdido que necesita de su ayuda, entre otros personajes. Cada uno de ellos tiene su momento, en especial la aparición de Vivian El Jaber, que es muy corta, pero muy divertida. A su vez, siempre se mantiene un mismo estilo de humor, acentuándose en la irónica aventura de Roberto y en cada una de las expresiones de su rostro que van mostrando su personalidad.

Pero, y es allí donde aparece lo más atractivo de la película, la misma, al mismo tiempo que mantiene un mismo estilo humorístico, nunca yéndose de lugar ni introduciendo chistes de mal gusto o irrespetuosos (algo en lo que pudo caer muy fácil), el estilo visual que aquí se desarrolla también tiene una coherencia y una sencillez que lo hace destacable. El relato en Buenos Aires comienza con una toma dada vuelta (visión de China), hay muchos primeros planos al rostro de Roberto, muchos desenfoques que quedaron perfectos y una economía de recursos, en especial en mostrar los lugares cerrados y los pocos abiertos, que enriquece y le aporta emoción a la historia (solo mirar el mueble destruido, por ejemplo). A su vez, aquí se presenta un absurdo que se va convirtiendo en un sensato y realista acontecimiento, que va acompañado por una locura muy medida visual y musical. El uso de los efectos especiales es muy bueno, en especial en la escena en Malvinas y en cada una de las noticias que el protagonista va leyendo.

Otra de las características que hacen de este relato una redonda y muy entretenida experiencia, es la calidad de las actuaciones, en especial la de Ricardo Darín. Aquí él le brindó expresión, realismo, y todos los sentimientos que en un momento el personaje femenino, Mari, le dice en la cara. Su trabajo es excelente y logra destacarse en cada una de las escenas en la que está presente. Ignacio Huang también está muy bien, en especial en darle ese espíritu inocente y educado que su rol posee. Muriel Santa Ana, muy expresiva y dándole vida al amor platónico de Roberto, está muy bien.
"Un Cuento Chino" es una de esas cintas nacionales que divierten, que son sencillas y que a la vez dejan un mensaje para pensar y debatir. Una película redonda, en la que todo tiene su justificación y su lucidez. Muy bien actuada, con un guión muy bien escrito y una fotografía que se luce en muchas oportunidades. Divertida y muy argentina. No se la pierdan.
UNA ESCENA A DESTACAR: la cena comiendo puchero y Malvinas.

Título original: Un cuento chino
Año: 2011
Duración: 93 min.
País:  Argentina
Director:Sebastián Borensztein
Guión: Sebastián Borensztein
Música: Lucio Godoy
Fotografía: Rolo Pulpeiro
Reparto
Ricardo Darín, Ignacio Huang, Muriel Santa Ana, Iván Romanelli, Vivian Jaber, Enric Cambray, Pablo Seijo, Joaquín Bouzas
Productora: Coproducción Argentina-España; Pampa Films / Tornasol
Género: Comedia. Drama | Comedia dramática
Premios
2011: Festival de Roma: Mejor película, Premio del público
2011: Premios Goya: Mejor película iberoamericana


martes, 7 de mayo de 2013

Anastasia


Sinopsis

París, 1928. Tras la Revolución Rusa de 1917 y, después de varios años de exilio, un grupo de súbditos leales al zarismo sigue buscando el rastro de la Gran Duquesa Anastasia, la única superviviente de la matanza de Ekaterimburgo (1918), ciudad donde los bolcheviques de Lenin acabaron con la dinastía de los Romanov. (FILMAFFINITY)


Estupenda fabulación fílmica establecida sobre la leyenda que diatriba sobre la existencia de Anastasia, la hija menor del zar Nicolás II que había sobrevivido a la matanza realizada por el ejército bolchevique contra la familia Romanov.
Una joven aturdida y amnésica recién salida del manicomio llamada Ana (Ingrid Bergman) vaga por las calles hasta que es requerida por el exiliado general del ejército blanco Bounine (Yul Brynner) para que se haga pasar por la Gran Duquesa Anastasia, hija del zar Nicolás II, con el lucrativo objetivo de alcanzar una cuantiosa herencia depositada en el Banco de Inglaterra.

Magnífico sentido de la escritura cinematográfica por parte de un director a reivindicar con energía, Anatole Litvak ("Nido de vívoras"), que denota un conciso y espléndido uso de los resortes narrativos para lograr captar con acierto una tonalidad y una atmósfera absorbente dentro de una trama perfectamente maquinada por parte del guionista Arthur Laurents que adaptando la obra de Marcelle Maurette logra establecer una grata y equilibrada mezcolanza de sentimentalismo, intriga, humor, romanticismo, locura e historicismo sin perder nunca el espíritu de las producciones hollywoodienses.

La película (muy bien interpretada por todos sus actores) también supuso el regreso de la gran actriz sueca Ingrid Bergman al cine americano tras su criticada marcha a Italia para casarse y filmar con el director italiano Roberto Rossellini. Su vuelta fue premiada con un merecido Oscar.

Curiosamente, dos de los principales hacedores de este competente film, Litvak y Brynner eran originarios del país ruso.








Título original: Anastasia
Año: 1956
Duración: 105 min.
País: Estados Unidos
Director: Anatole Litvak
Guión: Arthur Laurents
Música: Alfred Newman
Fotografía: Jack Hildyard
Reparto: Ingrid Bergman, Yul Brynner, Helen Hayes, Akim Tamiroff, Martita Hunt, Felix Aylmer, Serge Pitoeff
Productora: 20th Century Fox
Género: Drama. Romance | Años 20
Premios:
1956: Oscar: Mejor actriz (Ingrid Bergman). 2 nominaciones
1956: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actriz (Ingrid Bergman)
1956: Premios David di Donatello: Mejor actriz extranjera (Ingrid Bergman)
1957: Premios BAFTA: Nominada a mejor guión británico

miércoles, 1 de mayo de 2013

Dont Look Back


Sinopsis
Aclamado documental filmado por D.A. Pennebaker que cubre principalmente la gira británica ofrecida por Bob Dylan en la primavera de 1965, cuando el trobador folk americano, de nombre real Robert Allen Zimmerman, contaba sólo 23 años. La gira de Dylan, de apenas 3 semanas, es documentada detallada por una cámara que le sigue allí donde va, del aeropuerto al hotel, mostrando conversaciones y conciertos, además de contar con la aparición de otros artistas como Joan Baez, Donovan o Alan Price. Un documental que con el tiempo ha agrandado su importancia e influencia. (FILMAFFINITY)



Título original: Dont Look Back (Don't Look Back)
Año: 1967
Duración: 96 min.
País:  Estados Unidos
Director: D.A. Pennebaker
Guión: D.A. Pennebaker
Música: Bob Dylan
Fotografía: Howard Alk, Jones Alk, Ed Emshwiller, D.A. Pennebaker (B&W)
Reparto: Documentary, Bob Dylan, Joan Baez, Price Alan, Albert Grossman, Bob Neuwirth
Productora: Leacock-Pennebaker
Género: Documental | Conciertos. Documental sobre música